domingo, 22 de enero de 2012

Apología de Sócrates.

La Apología está considerada como el primer libro de Platón. Narra los acontecimientos de la defensa de Sócrates ante el Tribunal. La acusación principal hacia Sócrates era la corrupción de la juventud y el no creer en los dioses del Estado.
En la primera parte Sócrates realiza un discurso de defensa contra sus acusadores, Meleto, Licón y Ánito quienes afirman que cometió varios delitos, entre ellos lo acusan de cobrar dinero a cambio de enseñar y de engañar a la gente por su facilidad de palabra, y además de pervertir a los jóvenes y no creer en los dioses, sino en cosas sobrenaturales de su propia invención.
Ante tales acusaciones Sócrates explica su inocencia. En su discurso de defensa, insiste en que él dice claramente la verdad. Para él, la verdad es una virtud de la sabiduría, y que no hay efecto sin causa. Por ello, todo efecto tiene su propia causa y lo que hacemos, se nos devuelve por la misma vía. Plantea que la envidia va a impedir que nos auto estimemos.
Además señala que su mala fama se debe a la sabiduría que posee. Su dios le aseguró que no existía un hombre más sabio que él en todo el mundo. En cambio, se consideraba más sabio que aquellos que presumían de ello, porque reconocía su ignorancia ante los temas que desconocía, o sea, los cosmológicos, cosa que no confesaban los presuntuosos.
Sócrates niega imponer su doctrina a la gente a cambio de una remuneración. Él era realmente un anti-sofista, enseñaba, pero con la idea de educar, sin pedir dinero a cambio. Aporta que no ha sido maestro de nadie, y que no ha ejercido magistratura alguna en la ciudad, pero que fue miembro del Consejo. También dice que no posee un lenguaje tan elocuente como para conseguir engañar a la gente que instruía gratuitamente, sino que tiene dificultad para expresarse lingüísticamente.
Sócrates asegura que cree en los dioses y que es falso el ateísmo que sus acusadores manifiestan. Según Meleto, Sócrates cree en otras divinidades nuevas. El acusado afirma creer en otras divinidades distintas a los dioses en los que cree la ciudad, pero creer en otras no es ateísmo.
Sócrates niega haber corrompido a los jóvenes. Señala que si según Meleto, él corrompe a los jóvenes, que entonces que él explique las razones por las que la gente disfruta observando cómo interroga a los que se creen sabios sin serlo, y que en caso de que fuera cierta la acusación, entonces deberían haber asistido al juicio los corrompidos y sus familiares para vengarse de él mediante acusaciones. Cambia su concepto de culpabilidad por el de ignorancia. Establece un diálogo con Meleto quien, durante su comparecencia ante el Tribunal, estaba obligado a responder las preguntas del acusado. En esta conversación Sócrates revela que Meleto lo acusa para ponerlo a prueba, sabiendo muy bien que no es ateo, y que le ha acusado por pura desvergüenza, vehemencia y temeridad juveniles. Según él, Meleto ha querido someterlo a prueba con el fin de averiguar si de verdad es tan sabio como dicen.
Sócrates manifiesta no temer a la muerte cuando se trata de la justicia, sino todo lo contrario. Además, el temor a la muerte, significaría no creer en los dioses.
Finalmente, Sócrates concluye esta primera parte de su apología, dejando la justicia en manos de los jueces y dejando claro su superioridad sobre los demás en la creencia de los dioses.
En la segunda parte de esta apología, Sócrates es condenado muerte. Hay más votos en contra que a favor, y por ello, no consigue el perdón.
Sócrates señala que por falta de tiempo no ha conseguido deshacer las calumnias y convencer a los jueces para que lo absuelvan. Los jueces eligieron condenarlo a la pena de muerte propuesta por Meleto, a pesar de que Sócrates decidió pagar una multa dentro de sus posibilidades, aunque al final Critón, Platón, Critóbulo y Apolodoro propusieron una mayor cantidad de dinero.
En esta última parte de la apología, Sócrates se despide de los jueces que le habían condenado y de los que le habían absuelto. Sócrates predice el futuro a los que le condenaron, diciéndoles que les llegará un castigo mucho más duro que el que él ha recibido, ya que todo se devuelve.
Explica a los jueces que le han condenado que si se esperaran, su deseo de matarlo se cumpliría. Examina el fundamento de que la muerte sea un bien,  señalando que si la muerte es ausencia de toda sensación, entonces sería para él un maravilloso beneficio, y si por otro lado, se trata de un tránsito del alma de este mundo a otro, será también para él una alegría, porque se encontrará con las demás almas de los muertos, y con los verdaderos jueces que impartirán la justicia.
Sócrates se dirige a los jueces que votaron a su favor para que no teman a la muerte, sino que sepan que a un hombre de bien no puede sucederle nada malo ni en esta vida ni después de la muerte, pues los dioses nunca se olvidan de sus problemas.
Sócrates concluye la Apología diciendo que no guardará rencor contra los que le han acusado y condenado, y en un acto de total confianza les pide que cuiden de sus tres hijos mientras éstos crecen, asegurándose de que éstos pongan lo bueno por delante de su propio interés.
En la hora de su muerte, al obligarlo a tomar un brebaje de cicuta, una planta tóxica, Sócrates dice: "Es hora de irse, yo para morir, y vosotros para vivir. Quién de nosotros va a una mejor suerte, nadie lo sabe, solo los dioses lo saben".
    La muerte de Sócrates, de Jacques-Louis David, de 1787